La pregunta, desde luego, puede transformarse, dependiendo del grado, en: “mis estudiantes de 3er y 4to grado no han consolidado la adición y sustracción”, o “mis estudiantes de 5to año de secundaria tienen problemas con los números enteros o con el manejo de exponentes”, por ejemplo.
En la mayoría de casos, esto supone que los docentes decidan “detener” lo planificado para el grado para atender esos aprendizajes no consolidados bajo la premisa que no es posible que aprendan algo más complejo sin esos conceptos o habilidades que están a la base.
Como en muchos fenómenos complejos, sin embargo, la solución no es tan simple e incluso implementarla entraña riesgos importantes. En otras palabras, el remedio puede ser peor que la enfermedad. Los estudiantes perciben que no avanzan, que precisamente ese concepto o habilidad que no dominan se les hace eterno, que estan repitiendo todo de nuevo, que hay algo mal en ellos y, por supuesto, los que si lo dominan, se aburren totalmente. Por otro lado, si el docente no cuenta con los recursos y estrategias adecuados, su intervención puede ser ineficaz. Como resultado de ello, no solo no se logra consolidar los aprendizajes pendientes sino que los estudiantes no logran construir los aprendizajes esperados para el grado. Para cuando estos estudiantes pasen a 6to grado, la o el docente que les toque notará que su lista de pendientes ha aumentado.
Cuando los docentes preguntan cuál es entonces la estrategia a emplear, la respuesta no es simple y no podría serlo. En las siguientes entradas, propondremos algunas orientaciones para dicho proceso.
En esta entrada nos centraremos en una. “No es que los estudiantes no sepan multiplicar” sino que ese aprendizaje es incompleto y desigual. Habrá quien no sepa el concepto y habrá quien sabiendo este tiene dificultades solo en la parte operativa. Incluso en ese último caso, es posible que estas se limiten a unos cuantos productos o “tablas”. Considerando esto, la solución no puede ser nunca, convertir al aula de 5to grado en un aula de 3ro. No es empezar todo de nuevo desde cero. No es implementar una única estrategia general que resulte eficaz a todos por igual. ¿Cómo saber qué saben y qué no? La respuesta como adivinarán radica en la evaluación. Nuestra primera recomendación entonces es precisamente esta: identifica con claridad qué es lo saben y lo que no y usa esa información como punto de partida.